Buda: Nada te puede dañar tanto como tus propios pensamientos sin supervisión.
Cuando nos dejamos llevar por nuestros pensamientos, la imaginación empieza a rellenar los vacíos de conocimiento. Y, normalmente, se llenan de los escenarios más crueles y dolorosos para nosotros. Empezamos a buscar culpas que echarnos, errores que cometimos; comenzamos a imaginar cómo habría sido todo si hubiésemos actuado de otra manera, los «¿Y si hubiera…?» que acaban por destruirnos. Lo que pudo ser y no fue. Los reproches. Las penas, las culpas. Cuando te paras un momento, una sola melodía, un olor o un recuerdo te ha llevado a disociarte cinco minutos y a que tus pensamientos se escapen a tu control. Por ello, al final, somos nosotros quienes más daño nos hacemos cuando nos dejamos llevar por nuestros pensamientos sin ponernos límites.